jueves, 25 de marzo de 2010

♥ Diana = Daiana ♥


En la mitología romana, Diana era la diosa virgen de la caza y protectora de la naturaleza. Su diosa griega equivalente en la literatura es Artemisa, si bien en cuanto a culto era de origen itálico.

Diana fue originalmente una diosa de la caza, relacionada con los animales y las tierras salvajes. Más tarde pasó a ser una diosa de la luna, suplantando a Luna y siendo también un emblema de la castidad. Los robledos le estaban especialmente consagrados. Era loada en la poesía por su fuerza, gracia atlética, belleza y habilidades en la caza.
En la práctica formaba una trinidad con otras dos deidades romanas: Egeria, la ninfa acuática, su sirviente y ayudante comadrona, y Virbio, el dios de los bosques. La etimología de su nombre es simplemente ‘la Diosa’, siendo pues su paralelo griego en este sentido (aunque no en el culto) Dione en Dódona
Nacida poco antes que su hermano gemelo Apolo en la isla de Ortigia (luego llamada Délos), Diana era hija de Júpiter y Latona. Siendo testigo de los dolores del parto de su madre, concibió tal aversión hacia el matrimonio que pidió y obtuvo de su padre la gracia de guardar perpetua virginidad, como su hermana Minerva. Por esta razón estas dos diosas recibieron del oráculo de Apolo el nombre de «vírgenes blancas».
El propio Júpiter la armó con arco y flechas y la hizo reina de los bosques. Le dio para comitiva de hermosas ninfas que debían hacer votos de castidad. Con esta numerosa comitiva se dedicaba a la caza, su ocupación favorita.
Diana es grave, severa, cruel e incluso vengativa. Prevalece sin piedad contra todos los que ganan su resentimiento: no vacila en destruir sus cosechas, devastar sus manadas, sembrar epidemias a su alrededor, humillarles e incluso matar a sus hijos. Así, exigió el sacrificio de Ifigenia, aunque en el momento clave fue sustituida por un ciervo. A instancias de Latona se unió a Apolo para matar con sus flechas a todos los hijos de la infeliz Níobe, que había presumido de su más numerosa prole. Trata a sus ninfas con el mismo rigor, si olvidan su deber: transformó a Calisto en osa y la expulsó de su cortejo por quedar embarazada.
También fue la perdición del pastor Acteón, que la vio bañándose desnuda junto a sus ninfas, por lo que Diana lo transformó en venado e hizo que sus propios perros de caza le devorasen. Otro día, en un acceso de celos, taladró con sus flechas o hizo fallecer cruelmente a Orión.
Se enamoró, aunque sólo platónicamente, del pastor Endimión, a quien besaba cuando dormía tan suavemente que no se despertaba. Este nieto de Júpiter había logrado del amo del Olimpo el singular favor del sueño eterno. Siempre joven, sin envejecer ni morir, dormía en una gruta del monte Latmos, en Caria.

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